Siempre hay algo que no se entiende completamente en las fotografías de Guy Bourdin (París, 1928-1991). Y lo mismo sucede con su autor. Es uno de los padres de la fotografía de moda contemporánea. La audacia, provocación e inventiva de sus instantáneas las convierten en una referencia desde los años sesenta. Su forma de cuestionar tabúes consigue que sus composiciones mantengan su potencial de controversia. Ni su obra ni su vida se parecen a la de otros fotógrafos. Desarrolló su trabajo exclusivamente de forma comercial. Sus imágenes tienen una esencia profundamente artística y dialogan con Man Ray, Francis Bacon o Magritte. Pero nunca se vieron en otro escenario que revistas -sobre todo, la edición francesa de Vogue- o anuncios, como los de zapatos Charles Jourdan.
En las fotografías de Bourdin aparecen casi exclusivamente mujeres. Muchas veces, solo un fragmento de ellas. Las modelos y la ropa están al servicio de una narrativa críptica y minuciosamente controlada. Plasmar sus surrealistas visiones en la era previa al retoque requería elaborados decorados, trucos y modelos dispuestas a soportar incomodidades. Tenía fama de ser exigente hasta la crueldad y proliferan leyendas sobre sus estrambóticas demandas, que incluyen teñir el mar o cubrir de pegamento a una chica.
Neo
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